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Es cierto que en el plano puramente fisiológico el paso del tiempo ha quedado reflejado con precisión en el rostro y el cuerpo de cada uno de nosotros. También todas las vicisitudes de la vida por las que todos hemos tenido que pasar pero aún así, como digo, la noche tuvo algo de mágico. Fue un reencuentro muy agradable en el que lo afectivo ocupó un lugar privilegiado. No sólo se habló de recuerdos. También de cómo nos ha ido en estos años y de cómo nos sentimos ahora.
Hoy reflexionaba sobre nuestras conversaciones y concluía que la juventud y el empeño común en abordar retos complejos contribuyen a crear fuertes lazos afectivos y emocionales. La impronta de esas experiencias se mantiene incólume con el paso del tiempo. Por eso es tan sencillo reconectar cuando nos encontramos de nuevo.
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