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jueves, 1 de octubre de 2015
Recordando viejos tiempos
Voy a Hierros Alfonso a que me corten unos perfiles para mejor poder sujetar unos bidones de recogida de agua pluvial. Y cuando paso a los talleres, enseguida identifico el olor característico de estos entornos: la taladrina. También me resulta familiar el ruido de las máquinas, los sonidos de las grúas, los operarios con su mono (su buzo) de trabajo...
Enseguida rememoro viejos tiempos de intenso trabajo en el taller de torno. Trabajábamos con un duro material que se llamaba stellite (una aleación de cobalto y cromo). Jornadas de 9 horas. Planos con tolerancias de décimas de milímetro. Ambiente de camaradería entre los operarios. Parábamos 1/2 hora para almorzar.
Y me considero un afortunado al haber vivido estos ambientes porque de ellos aprendí muchas cosas, siendo una de ellas -quizás la más importante- la de tratar de hacer las cosas con precisión. Y sí, no se me hace nada extraña la atmósfera que se respira en los talleres. Es más, me llama y me gusta.
Trabajar el metal, transformar, mecanizar, pulir... Si todo va bien, al final el producto nos satisface. Como la vida misma. Siempre en continua transformación...
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