Según van pasando los años, nuestro cuerpo se encarga de recordarnos nuestro ineluctable destino final. Son ligeros avisos, tonterías, que nos recuerdan que, con los años, los pequeños dolores y las molestias que aparecen de repente, ya no tienden a desaparecer, sino que quedan ahí como larvados, esperando mejor ocasión para comer un poco más de terreno, para dar otra vuelta de tuerca.
La misma frase de "esto nunca me había pasado" es indicadora de que ya estamos en esa edad crítica, en la que un tirón o un esfuerzo más intenso de lo normal pueden devenir en una molestia que se prolongue durante meses. Así que no queda más remedio que asumir que la cosa funciona así. Y procurar actuar preventivamente para evitar males mayores.
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