Vuelvo ahora de pasar la ITV de mi -ya viejo- Hyundai. Como manda el protocolo, he tenido que pasar por la cadena de revisiones: carrocería y chasis, acondicionamiento interior, alumbrado y señalización, emisiones contaminantes, frenos, dirección, ejes, ruedas y neumáticos, motor y transmisión y otros. Cuando ha terminado todo el proceso he respirado aliviado. Nunca se sabe si el vehículo puede tener algún defecto grave.
Y ahora en casa, repaso el historial de revisiones. Al principio no se encontraba defecto alguno pero, con el paso del tiempo, los defectos leves hicieron su aparición: defectos de estado superficiales en carrocería (óxidos, perforaciones, desperfectos), en la placa de matrícula, en la batería, en las fuerzas de frenado...
He pensado que no sería mala idea aprovechar la revisión del automóvil para -en el mismo pack- que también se hiciera una revisión del conductor. De momento no creo tener defectos graves, pero los leves, con el tiempo, también van apareciendo: pérdida de cabello, malas digestiones, molestias en las articulaciones, toses inoportunas...
A diferencia de los coches, de momento no podemos proveernos de piezas humanas de repuesto en ninguna tienda especializada y menos aún incorporarlas con facilidad a nuestro propio organismo. Pero con el tiempo todo se andará.
A lo mejor se hace realidad mi idea de pasar la revisión conjunta vehículo-conductor.
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