Si pides miel, mira a quién
Los humanos nos creemos superiores al resto de los animales que pueblan el planeta. Equipados con la última tecnología y amparados por los más recientes descubrimientos, parecería que somos capaces de cualquier cosa.
Ahora bien, si consideramos la persona a nivel individual y comparamos sus capacidades con las que poseen otros seres vivos; pronto nos tendremos que bajar varios puntos en nuestra chulería.
Yendo de nuevo al mundo de la abeja y tomando otra vez como referencia un solo espécimen, enseguida nos daremos cuenta de que muchos de sus receptores sensoriales superan a los nuestros por goleada.
El mundo perceptivo de las abejas es totalmente diferente al humano y se gobierna por órganos sensoriales completamente distintos. No es de extrañar, ya que sus vidas se rigen por prioridades muy diferenciadas.
De momento bien podemos afirmar que cada abeja individual dispone de una mente única que le hace ser consciente del mundo que le rodea y de su propio conocimiento; incluyendo una memoria autobiográfica, una apreciación de sus propias acciones y la capacidad para experimentar emociones básicas e inteligencia. Todo ello soportado por un cerebro que es cualquier cosa menos simple.
El cerebro de una abeja contiene, aproximadamente, un millón de células nerviosas. De cada una de estas células emerge un racimo de conducciones nerviosas de forma ramificada con una enorme complejidad de tal manera que cada nervio puede conectar con, al menos, otros 10.000 lo cual supone que el cerebro de una abeja puede establecer más de 1.000 millones de puntos de conexión.
Todas estas conexiones son potencialmente plásticas y alterables por la experiencia individual.
Ser una abeja significa disponer de un exoesqueleto que viene a ser como una armadura a la cual están sujetos directamente los músculos. Supone, asimismo, contar con un arma química -el aguijón- que está diseñado como una jeringuilla que puede matar a cualquier animal de su tamaño y ser extremadamente doloroso para personas y animales con una envergadura mil veces mayor.
Las abejas disponen de una visión de 300 grados y sus ojos procesan la información mucho más rápidamente que los humanos.
El rango de colores que una abeja puede ver es más amplio que el del homo sapiens e incluye la visión en ultravioleta así como la dirección en la que oscilan las ondas luminosas. Dispone, asimismo, de una brújula magnética y de dos antenas de una longitud comparable a los brazos de los humanos con las que pueden saborear, oler y percibir campos eléctricos todo ello con una extraordinaria finura. Finalmente hacen otra cosa que se les da muy bien y que a las personas nos está vetada:: pueden volar.
¿Qué os parece, amigos?
Desde luego van mejor equipadas que cualquier teléfono móvil; ¿no es cierto?
En próximas entradas seguiremos profundizando en este "mundo alienígena".
¡Hasta la próxima semana!
El contenido de esta entrada está basado en el libro "The mind of a bee" de Lars Chittka
Solo por la perfección de las abejas, merecerían el respeto del mundo.
ResponderEliminarNos estás explicando de forma muy didáctica el prototipo de ingenio natural majestuoso que emplea la natura para producir la miel.
Tu pedagogía es muy necesaria y tiene un alto poder de convencimiento.
Si nos sitúas dentro de su morfología, o sala de máquinas, la información puede ser grandiosa.
Sé que lo harás bien.
Saludos de Javier.
Gracias por tu elogioso comentario, Javier.
Eliminar¡Un abrazo!