La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía (Mahatma Gandhi)
Recuerdo que a los pocos días de sufrir el ictus me puse a intentar escribir con el teclado del ordenador. Al instante me di cuenta que los dedos de mi mano izquierda no acertaban a pulsar la tecla correspondiente. Era evidente que algo en mi cerebro se había estropeado y que la conexión entre los símbolos y la tecla a oprimir se había desvanecido.
Sabía también que cuanto antes iniciara el entrenamiento para restablecer dicha conexión, mayores serían las probabilidades de éxito de mi empeño; de manera que, sin dudarlo, empecé a teclear un texto.
Los siguientes días continué con la pauta que me había marcado. Enseguida comprobé que, a base de sistematicidad iba logrando pequeños avances. Así, poco a poco, con entrenamiento y confianza de que lograría recuperar esa habilidad perdida fui avanzando hasta -al cabo de un tiempo- normalizar la situación.
Un claro ejemplo de plasticidad cerebral vivido en primera persona. Las neuronas de mi cerebro se reorganizaron para sustituir a aquellas que se habían perdido debido al accidente cerebrovascular.
Por otra parte también se ha comprobado que el cerebro se adapta según los aprendizajes que vayamos realizando. Cuando aprendemos a tocar un instrumento musical o a hablar un idioma nuevo, la morfología de la red de conexiones neuronales se modifica igualmente.
Este maravilloso mecanismo permite al sujeto adaptarse a los desafíos de la vida a pesar de haber quedado cercenadas algunas de sus funciones cerebrales.
La plasticidad cerebral tiene sus límites. Podríamos decir que si no hay suficiente estimulación ambiental, al cerebro le faltan incentivos para cambiar. En el caso de un accidente cerebrovascular no siempre se recuperan todas las funciones si bien el cerebro siempre va a intentar adaptar sus habilidades a la nueva situación con la que tiene que lidiar el sujeto.
Podríamos definir la plasticidad cerebral como una propiedad general del sistema nervioso central mediante la cual el sistema tiene la habilidad de cambiar la funcionalidad y estructura, en respuesta a cambios o factores externos e internos.
De la misma forma definiríamos la plasticidad cognitiva como la capacidad que tiene el individuo para adquirir nuevas habilidades, especialmente relacionadas con el desarrollo de funciones cognitivas.
En este vídeo nos muestran de una forma sencilla algunas ideas básicas sobre plasticidad cerebral.
Y en este otro nos hablan de la plasticidad cognitiva o neuroplasticidad.
Otro tema súper interesante sobre el que podríamos indagar más y más...
Pero eso queda reservado para el nivel experto.
¡Hasta la próxima semana!
Dentro de la perfección del ser humano, también existe el fenómeno de la plasticidad, el cerebro tutela y en parte anima para que el organismo no se deteriore, quizá a sabiendas de lo que le puede ocurrir al cuerpo humano si no colabora.
ResponderEliminarEs como una lucha por la existencia.
Buen artículo José Luis.
Saludos.
Muy bien lo describes, Javier. La necesidad de coordinar la mente con el cuerpo es innegable.
ResponderEliminarBuena acotación
Gracias por tu comentario y ¡Felices Navidades!