Todo lo que se come sin necesidad se roba al estómago de los pobres (Mahatma Gandhi)
Aunque siempre me ha gustado, la música llegó tarde a mi. Me refiero al hecho de conocer la historia de la música y las mejores composiciones, los mejores intérpretes y los más afamados directores de orquesta. Pero sobretodo disfrutando con una interpretación. En una palabra: desarrollar un gusto musical.
De todas formas, cada uno es tributario de la época que le ha tocado vivir, de la familia en la que se ha criado y del entorno social en que se desenvuelve. A la vista de mi trayectoria personal, no es de extrañar que mi formación musical haya sido, digamos... rala.
Lo más cercano a la música que yo viví de pequeño fue el rasgar de alguna guitarra acompañando una jota, la acordeón de Carlos Fanjul y la banda que venía a tocar en las fiestas.
Luego vinieron la radio y la televisión, los tocadiscos, los cassettes y el resto de cachivaches reproductores de música.
En la actualidad es tanta y tan abundante la producción musical que, como todo lo que se comercializa, casi hemos llegado a la saturación.
De todas formas, algo en mi interior me dice que el disfrute de una bella pieza musical siempre va acompañado de un estado adicional de relajación de la mente. Que existe una conexión entre música y conciencia es algo incontestable.
Antes de la pandemia me apunté al Ciclo de Introducción a la Música en el Auditorio. Una experiencia realmente interesante. Y un descubrimiento de ritmos, cadencias, compases e interpretaciones. Algo que no es tanto para describir como para sentir y experimentar.
Ahora que casi hemos vuelto a la "normalidad", he decidido subirme de nuevo al tren de la música. Y lo hago acompañado de mi amigo Jaime, profundo conocedor de este mundo tan sublime.
Me he dejado guiar por su experiencia y hemos seleccionado 6 conciertos en el Auditorio. La verdad, nunca creí que tuviera ocasión de escuchar la Filarmónica de Viena, Yuja Wang, la Orquesta de Salzburgo, La Filarmónica de Berlín, Al Ayre Español o la Orquesta Reino de Aragón y coros Amici Musicae ¡Vaya lujo!
Ya estoy anticipando los estados mentales en los que me sumergiré cuando empiecen los primeros compases. En este mundillo yo vengo a ser como un niño que justo comienza a caminar.
No dejo de sorprenderme de las derivaciones por las que me conduce mi interés por el mundo interior. Y también en este terreno hay mucho para indagar.
Y como complemento indispensable -para degustar- tres creaciones que me han parecido de gran interés:
- Pensamientos que se desvanecen
La próxima semana continuaremos con el mismo tema pero contemplándolo desde otras ópticas.
¡Hasta el próximo viernes!
Buen artículo, he descubierto a Dustin O Halloran con su piano y me ha cautivado, lo seguiré.
ResponderEliminarSi , la música tiene sus momentos para la tranquilidad,,,, llena, acompaña.
En esos conciertos de alto copete el espíritu vuela de forma diferente, todo el mundo está en esa dimensión interior.
Qué no nos falte la música.
Saludos José Luis.
Un bello artículo has presentado.
Se me olvidaba mencionar en el artículo el piano y el órgano de San Martín que con tanta destreza tocaba Mosén Emilio.
ResponderEliminarToda esa música se queda grabada en la mente infantil.
¡Un saludo, Javier!