En esta época de transición en la que nos está tocando vivir, hay una dicotomía que me resulta especialmente intrigante: la que divide los distintos aparatejos de uso en la vida cotidiana entre mecánicos y electrónicos.
Lo mecánico es fácilmente comprensible. A poco que te lo expliquen - y mejor si lo ves- puedes entender que si tal resorte activa una rueda dentada y ésta a su vez conecta con otra rueda y luego con un mecanismo biela-manivela, el movimiento circular se trasforme en otro rectilíneo. Puedes comprender también cómo funciona un motor o por qué se mueven las saetas de un reloj, etc.
Pero amigo mío, lo electrónico es más difícil no ya de asimilar sino incluso de intuir ¿Cómo se consiguen trasladar las imágenes desde un estudio de TV hasta mi receptor? ¿Qué camino llevan los electrones para que la información fluya a través de Internet hasta mi ordenador? ¿Y cómo se produce el milagro de que yo pueda ver una imagen en mi monitor?
Ahora se están sustituyendo los discos duros tradicionales por los de "estado sólido". Y allí de nuevo me pierdo. Cómo es posible que una pieza sin movimiento alguno almacene y distribuya la información de forma tan ordenada y tan acelerada?
Lo electrónico es, como la propia física cuántica, anti intuitivo. Y las conexiones en los diminutos circuitos integrados ya no se ven si no es con ayuda de un microscopio. No es de extrañar que los nuevos avances en informática y computación parezcan -como decía mi abuelo- cosa de brujería.
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