Ahora que todo es tan sencillo. Ahora que basta con pulsar suavemente en la pantalla de nuestro móvil para obtener fotografías de calidad. Ahora que todo lo podemos registrar y todo puede ser grabado. Es, precisamente ahora cuando la disyuntiva entre recuerdos e imágenes se hace más patente.
Por un lado, la suma facilidad de obtener fotografías facilita enormemente los recuerdos de determinados momentos y situaciones pero por otro, esa intensa y prolífica afición a fotografiarlo todo también puede llevarnos a engaño respecto a lo que somos, cómo pensamos y cómo nos relacionamos. Se puede invertir el orden natural de los recuerdos. Darle importancia a momentos intrascendentes y no dársela -o incluso olvidar- otros momentos más intensos que, realmente supusieron un hito importante en nuestras vidas.
No hay más que echarle un vistazo a las redes sociales, a Facebook por ejemplo y contemplar lo que allí se muestra. A la vista de las instantáneas que subimos a la red, parecería que nuestra vida fuera una continua fiesta, un encuentro permanente con nuestros amigos, un constante viajar.
No es así. En Facebook no aparecen nuestros instantes de zozobra, nuestra soledad, nuestras preocupaciones o nuestras penas. Sólo una visión parcial de nuestras vidas se muestra. Normalmente la más amable. De la totalidad de percepciones diarias del sujeto, sólo unas cuantas se suben a la red. Y, normalmente no son las más significativas. De aquí se colige la parcialidad del llamado "perfil" de un individuo. De momento redes y emoción parece que no casan.
Entretenedor es el sistema, los problemas del alma y la soledad, se suelen esconder, y es mejor así, la mesa camilla sería el lugar prototipo para hablar de las emociones. Sigo todos tus artículos puntualmente,...ilustrativos. Un abrazo de Javier.
ResponderEliminarSí, Javier. Muy buena idea volver de nuevo al formato de la mesa-camilla. Deberíamos promocionarlo.
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