La tierra y la luna vistas desde Marte |
El miedo corta más profundamente que las espadas.
George R. R. Martin
A medida que vamos ganando perspectiva gracias a las imágenes que nos regala la técnica también -creo yo- que nos vamos empequeñeciendo.
Y digo lo de las imágenes porque son de dominio público las espectaculares vistas que nos ofrece la cacharrería espacial, a diario, por Internet.
De manera que ya no asombra a nadie la oportunidad de darte un paseo por la luna por la mañana, recorrer los cañones de marte a mediodía y cerrar la jornada dándote una vuelta por la galaxia de Andrómeda por la tarde-noche.
Estos recorridos van afianzando mi certeza de la nimiedad que representa el hecho de vivir en el planeta tierra si lo contemplamos desde una escala global.
Sólo necesitas echar un vistazo a la canica azul desde el exterior del Sistema Solar para comprender la minúscula soledad que nos aflije; el desvalimiento de todo ser vivo que habita el planeta, el inmenso silencio que nos rodea.... y el zumbido de miles si no millones de asteroides amenazantes dispuestos a pulverizar la tierra. Es solo cuestión de tiempo.
Me gustaría saber qué hubieran pensado los grandes filósofos, los padres del raciocinio si hubieran dispuesto del saber actual. Montones de premisas y deducciones lógicas al garete. Cientos de horas dedicados a desleír la esencia de la existencia humana tiradas por la borda. Miles de razonamientos y conclusiones sin fundamento alguno.
Para un observador extragaláctico, lo que ocurra aquí no tiene ninguna trascendencia. Y el hecho de que en nuestro planeta bulla la vida tampoco. Viajar a la estrella más cercana -Próxima Centauri- nos tomaría 4 años-luz. Veinte años de viaje si conseguimos llegar a los 60.000 km por segundo. Y otros veinte para volver ¡Una minucia!
Nosotros nos lo guisamos y nosotros nos lo comemos. Un pepinazo de un planeta errante o una pasada más cercana de lo previsto por los aledaños de un agujero negro y... ¡zaca! ¡adios canica!
Contemplado desde esta óptica, el misterio de la vida quizás no tenga tampoco ningún fundamento. Sólo hay que dejar correr el tiempo y esperar 2.800 millones de años para que la tierra quede abrasada. En 17.000 millones de años, el propio universo también quedará desgarrado ¿qué habrá ocurrido con la humanidad en el muy improbable caso de que siguiera existiendo?
Ante esta perspectiva el disfrute aquí, abajo, de cada hora, de cada minuto toma más y más sentido. Todos los seres vivos que compartimos esta minúscula franja de tiempo de existencia quedamos mucho más cercanos y unidos. El escrupuloso respeto por todas las formas de vida debería ser nuestra seña de identidad.
El escrupuloso respeto por todas las formas de vida debería ser nuestra seña de identidad.
ResponderEliminarSi que has presentado un pensamiento de altura,.... esa minucia de tiempo que tenemos lo tendríamos que emplear en hacer un mundo más respetable y correcto.
Los fotogramas son impresionantes, los volveré a observar con una obscuridad extrema, cómo para meditar.
Enhorabuena por el trabajo tan potente que has presentado, José Luis, muy válido para el profano que quiere saber.
Saludos de Javier.