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miércoles, 14 de mayo de 2014
Arenisca
Arenisca empieza a dar muestras de cansancio. Ha perdido parte de su pétrea piel y empieza a mostrar signos de debilidad en su cuerpo. Al igual que Fortunata, también nació en el Pirineo. Pero su vida fue más tempestuosa. Y, en su momento, quedó apresada en el lodo después de un formidable tormentón hace nada más y nada menos que 43 millones de años.
Allí entró en hibernación hasta que 31 millones de años más tarde, con una nueva crecida del río volvió de nuevo a disfrutar de los rayos del sol. Rodó y rodó durante mucho tiempo y también vivió tiempos de espera en los que no ocurría nada especial. Entonces aprovechaba para escuchar los formidables pasos de los grandes saurios. Todavía se estremece al recordar aquella época. En una ocasión uno de aquellos monstruos pasó justo por encima de ella. Ese fue su mayor momento de gloria.
Hoy, al ser fotografiada por mí, me ha dado la impresión de que Arenisca sonreía e incluso que, con un inaudible susurro agradecía mi dedicación.
¡Aguanta en tu sitio, Arenisca! Todavía puedes disfrutar de varios millones de años más de vida. Eso si los humanos no deciden recogerte algún día y convertirte en polvo para fabricar cemento.
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