Si hiciéramos una estadística del tipo de pensamientos que vienen a nuestra mente a lo largo del día y luego reflejáramos los datos en un gráfico circular, allí aparecería el particular perfil de conciencia de cada uno de nosotros; el microcosmos en el que nos desenvolvemos cada cual.
Hago un ejercicio de introspección y veo que, en mi caso, aproximadamente, un 10% del tiempo lo dedico a pensar en cosas relacionadas con mi blog; otro 10% a las abejas y la parcela de Villamayor; un 15% a diferentes aspectos de mi relación con mi esposa; otro 15% a temas generales que tienen que ver con la familia; 5% para mis clases de inglés y otro 5% al mundo de la astrofísica.
A las necesidades básicas (comida, bebida, vestido, calzado y descanso) no les dedico gran tiempo en mis pensamientos. Pongamos un 5%. A la salud más o menos otro 10%.
Los amigos vendrán a suponer otro 5% de mis elucubraciones. Reflexiones varias sobre la vida y las noticias diarias otro 5%;
Mantenimiento de máquinas y de la casa, en general, otro 5%, mientras que el 10% restante lo asignaría a divagaciones varias.
Ya digo que los valores son muy aproximados y seguro que me he colado en alguna de las variables o que me he dejado varias. En todo caso, este ejercicio intelectual nos descubre aspectos de gran interés.
Primero que los porcentajes no son fijos sino que dependen de momentos y situaciones. Así por ejemplo, este verano, muchos de mis pensamientos tienen que ver con el calor que estamos pasando.
La línea de pensamiento no es uniforme. La mente pasa con gran facilidad de un tema a otro. El cerebro es especialista en enlazar emociones y reflexiones que se van encadenando hasta llegar, en ocasiones a conclusiones inesperadas.
Siempre, siempre las emociones constituyen el disparo de posteriores reflexiones. Cuanto más básica es la emoción, más tiempo ocupa en nuestros devaneos.
Retrotraernos a tiempos pasados y revisar nuestra historia personal, también cuenta con un espacio importante en nuestra mente. Máxime a estas edades. Cuanto mayores nos hacemos mayor es el tiempo que dedicamos a este menester.
Si tuviera que hacer un pronóstico de futuro, apostaría por la fusión de los procesos mentales con el mundo de la computación. Algo en lo que se lleva ya bastante tiempo trabajando. Sin resultados muy visibles por el momento.
Pero no me digáis que no sería una chulada el disponer de algún tipo de registro físico en el que quedara almacenado el curso de nuestros pensamientos. Algo así como un almacén externo de nuestra conciencia.
O a lo mejor no sería tan buena idea. ¿Os imagináis dedicar un tiempo a revisar lo que hemos pensado en otro momento? ¿Y qué ocurriría con el almacén individual de conciencia cuando terminaran nuestros días?
Los momentos de lucidez, reflexión e incluso las ensoñaciones vienen a ser algo así como los fuegos de artificio. Brillan por un momento y luego desaparecen. ¿O no?
Si no desaparecieran para siempre, ¿donde estarían?
Ya veis, amigos, un montón de reflexiones surgen de inmediato en cuanto uno se pone a pensar sobre los procesos mentales.
Es una cuestión que nunca se dará por concluida. Siempre quedarán recovecos por descubrir. Y rincones que se escaparán a nuestro escrutinio.
¡Hasta la próxima semana!
Artículo digno de estar en una columna de prensa, enhorabuena.
ResponderEliminarLleno de verdad y muy formativo.
El microcosmos de cada cual puesto en un plano entendible.
La memoria cuando funciona a la perfección es el eterno misterio.
Un buen articulo, José Luis, saludos.
Este es un mundo inacabable, Javier. Pensar sobre lo que uno piensa (metapensamiento) es un ejercicio intenso pero muy recomendable para practicar. De vez en cuando, naturalmente.
ResponderEliminar¡Un saludo!