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viernes, 19 de noviembre de 2021

Ojito... ¡Mucho ojito!


 

Recuerdo que, cuando empezó la pandemia, escribí un artículo en el blog (13-3-2020) en el que reflexionaba sobre la oportunidad de repensar los hábitos de consumo, el ocio y el estilo de vida de los países desarrollados e incluso de los que están en vías de desarrollo aprovechando el obligado encierro del confinamiento.

Han pasado un año y ocho meses y, con altibajos, la situación parece que va normalizándose. Eso en principio nos debería dar tranquilidad. La pandemia parece que se encuentra encauzada aunque no controlada en su totalidad.

¿Ya está solucionado el problema? Ni mucho menos. Hace 5 días que terminó la cumbre de Glasglow sobre el clima y los acuerdos alcanzados han sido más bien ralos. Las naciones más desarrolladas siguen presas de de las consecuencias de su modelo consumista de sociedad. No se atreven a tomar medidas contundentes para mitigar las consecuencias del llamado "efecto invernadero". Sin embargo la relación cambio climático-aumento de enfermedades de todo tipo hace tiempo que ha quedado demostrada.

Los gobiernos, en general, continúan con su cantinela de acudir al incremento de PIB para justificar ante los ciudadanos la oportunidad de sus decisiones y la buena marcha que llevan sus países . Y, como sabemos, la subida de ese Producto Interior Bruto implica un aumento de la producción y, por supuesto del consumo. ¿Hasta cuándo?

No hace mucho leía en un periódico de noticias económicas la oportunidad que -según el cronista- se ofrecía en estos momentos a los inversores dado que el precio de los carburantes se ha incrementado en casi un 50%. Por lo que me pareció entender, la proyección que se dibujaba era la de aumentar las extracciones de crudo porque la demanda a nivel global ha aumentado y, de momento, no hay una alternativa clara a la quema de hidrocarburos ¿Así vamos a rebajar las emisiones de CO2?

Pero no solo eso. Los lanzamientos de cohetes al espacio llevan una progresión geométrica. Y un cohete contamina. Y mucho. No veo yo que en este terreno se estén replanteando el tema de la contaminación. De eso no se habla. Se obvia el problema.

Más aún. Hoy mismo leo un informe en el que se nos alerta sobre el incremento de la resistencia de algunas bacterias a los antibióticos. Según el autor, "los medicamentos contra las bacterias están dejando de funcionar a una velocidad acelerada por el consumo excesivo e incorrecto durante la pandemia de COVID". Los datos que aporta son estremecedores. Yo mismo he conocido a varias personas a las que no les funcionó el tratamiento antibiótico y hubo que recurrir a un último remedio que, afortunadamente, sirvió. El futuro que se vislumbra en este terreno no es nada tranquilizador.

En fin, no tengo para nada el ánimo de ser alarmista pero los datos son tozudos. Visto retrospectivamente, parece que hemos sido capaces de atajar la pandemia. Pero todo lo que hemos pasado no deja de ser un aviso de que, si seguimos así, la próxima vez, puede ser mucho peor.

Ojito... ¡Mucho ojito!  


8 comentarios:

  1. Seguimos aturdidos por la pandemia y no espabilamos.
    La rebelión de la naturaleza es debido a la rotura del respeto a su perfección.
    No hay que olvidar que lo que creó la evolución es todo perfección, romper ese proceso nos expone a casos como la pandemia.
    Acumular riqueza, sea como sea, va en contra de estos principios.
    Hojala, no tardemos mucho en darnos cuenta.
    Buena llamada de atención, José Luis.
    Saludos

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    1. Da gusto recibir realimentación de personas que, como tú, Javier, están plenamente concienciadas sobre estas cuestiones.
      Gracias por tu comentario.
      Saludos cordiales

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  2. Y somos responsables todos y cada uno de nosotros. Que difícil solución tiene ésto. Vivimos cómodamente en el primer mundo. Todos quieren vivir como nosotros. Quien se atreve a negarles el desarrollo? Quien quiere ir para atrás

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    1. En mi caso reconozco y asumo mis propias contradicciones al respecto aunque, como suelo decir, el camino está trazado y, por tanto espero que poco a poco pueda transitarlo sin desviarme mucho de él.
      Un saludo, Jorge

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  3. Detalle tonto (realmente es poco importante) para reflexionar:
    En este país, y también en muchos otros, se celebran muchos eventos con suelta de cientos de globos de aire que suben hacia el cielo mientras el respetable se deshace en aplausos mirando a las alturas como se van haciendo cada vez más pequeñitos, o como se los va llevando el viento. Hasta desaparecer de la vista. Pero alguien creerá que realmente desaparecen?...

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    1. ¿Y los fuegos artificiales? ¿y el plomo de los cartuchos de caza?
      Miramos demasiado hacia otro lado.
      Estoy convencido que con el paso del tiempo, viejos paradigmas acabarán derribándose ante la urgencia de proteger el planeta.
      ¡Buen apunte!

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  4. ... Y para transportar esos globos, creeis que alguno lo haría en camiones después de hinchados?. Sería de tontos verdad?
    . Pues muchos días en mi ciudad, y me temo que en casi todo el primer mundo con gran conciencia medioambiental,
    me encuentro con camiones que siguen unas rutas establecidas cargando el interior de contenedores de reciclaje amarillo repletos de garrafas de plásticos de cinco u ocho litros rellenos de aire.
    Si, que ya sé que ahora se compactan, pero el camión debe salir cada poco tiempo porque contenedor está lleno, lleno de aire.
    Gran articulo, José Luis.

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    1. Otra observación muy certera. Se te nota la vena de científico, Jorge.
      Nunca me había planteado lo del aire de las garrafas
      Das en el clavo, chaval.
      ¡Saludos!

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