Que la intrusión de los humanos en entornos naturales es la -no la única- causa de la pandemia que estamos padeciendo, es una realidad innegable. Que no parece que a corto plazo nos estemos poniendo las pilas para cambiar la situación es -lamentablemente- otra realidad.
Medito sobre los efectos de mi propia actividad colmenera en los pinares de Villamayor y veo el rastro que he ido dejando en poco más de 4 años. Todas mis intervenciones han sido bienintencionadas pero aún con todo, sólo por el hecho de pasar por el mismo sitio poco a poco se va aplastando la vegetación y marcándose un camino. Lo que allí crecía tarda mucho en recuperarse.
Instalé unos bidones para proporcionar agua a las abejas y también un pequeño estanque. La iniciativa es buena pero me doy cuenta que también esa intervención ha supuesto una alteración de lo que había anteriormente.
A veces pienso que si sólo una persona con el curso del tiempo tiene esa capacidad de transformación que no será cuando lo hagan varios individuos.
Los ciclistas de Zaragoza están modificando asimismo el entorno. Seguro que no lo hacen a mala idea pero poco a poco la intrusión en áreas que deberían permanecer tranquilas se va incrementando. Un día si y otro también descubro nuevas vías, nuevos recorridos que atraviesan el pinar de arriba a abajo.
Seguro que ellos piensan que su actividad es "ecológica y saludable". No se que pensaran las aves y demás fauna que allí ha buscado su cobijo.
Ya solo faltaba la instalación de dos parques eólicos en las cercanías del pinar. La energía que proporciona el viento goza de buena fama pero aquí la transformación del entorno es todavía más radical. Hubo que construir una amplia calzada para que pasaran los camiones cargados con las enormes palas de los aerogeneradores. Hubo que alisar el terreno y cimentar los equipos. Ha sido necesario construir nuevas torres de conducción de la energía eléctrica....
A ello hay que sumarle el incesante sonido generado por los álabes de los generadores y -peor aún- la muerte por impacto de multitud de aves que -inadvertidamente- se ven absorbidos por las corrientes de aire que generan los equipos. Según informaciones de primera mano, buitres, búhos, águilas y muchos murciélagos son succionados muy a menudo y fatalmente golpeados por las aspas de los molinos.
De vez en cuando veo vídeos de animales salvajes que -en teoría- viven en la selva. Cada vez es más frecuente que su conducta sea observada desde vehículos todo terreno que también se introducen en sus dominios. Ya no es extraño contemplar tigres, leones o elefantes caminando por carreteras asfaltadas.
La tendencia de los humanos a invadir entornos vírgenes es imparable. Continuamente escuchamos llamadas a la sensatez para detener esta tendencia pero, de momento, no es mucho lo que se va logrando; más bien al contrario.
Además de las necesarias intervenciones de los gobiernos, yo creo que la propia sensibilización de cada cual es fundamental. Mentalizarse para ser estrictamente respetuosos con el medio ambiente. También reciclar, reparar y reutilizar.
Nuestro planeta y las generaciones de seres vivos que lo pueblen en el futuro nos lo agradecerán.
Bonito artículo.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo en el deterioro que sufren los rincones tranquilos y bellos, cuando son descubiertos por las turbas.
Los kuaks cuando circulan por la sierra son la antítesis del mal gusto por la destrucción y el ruido.
Molesta mucho que se apropien de la tranquilidad y de los parajes vírgenes.
El mundo económico no mira esas cosas, van a la explotación pura y dura.
Tu rincón, entre los pinos, no toma parte de ese deterioro, lo has puesto en otra dimensión, de respeto y belleza.
Tu queja queda escrita.
Saludos profesor.
Esta semana tienes trabajo de observancia en Marte.
Buena semana.