Dios a menudo nos visita, pero la mayoría de las veces no estamos en casa.
Joseph Roux
Si antes de que nuestro sol se encendiera no hubieran terminado violentamente su vida otras estrellas de dos generaciones anteriores, es muy probable que nosotros no existiéramos.
Si hace unos 4.500 millones de años nuestro planeta no hubiera sido enérgicamente golpeado por otro planeta del tamaño de marte, la luna no existiría y por tanto el eje de rotación de la tierra no hubiera quedado estabilizado como lo está ahora.
Se sabe que hace 66 millones de años un asteroide del tamaño de una ciudad mediana, impactó en México (en la península de Yucatán) terminando con más de 3/4 partes de la vida en la tierra. Este evento supuso, a su vez, una oportunidad evolutiva para los mamíferos de los cuales proviene el género "homo".
Aparentemente, todos los datos indican que estamos aquí de chiripa; por casualidad; de carambola. Y se da la circunstancia de que cada uno de nosotros también hemos llegado al mundo por un montón de carambolas.
Todos estos hechos y la seguridad de que tanto la tierra como el sol y el mismo universo quedarán diluidos en un lejano futuro no puede menos que asombrarnos al mismo tiempo que producirnos un sombrío estremecimiento.
¿Qué sentido habrán tenido entonces la vida y la conciencia despertadas en nuestro planeta?
¿En que lugar quedarán los millones de horas dedicados a rezos, cánticos y jaculatorias en cualquier índole de religión?
En palabras de Brian Greene "Lamentamos nuestra transitoriedad y nos consolamos con una trascendencia simbólica, el legado de haber participado en el viaje. No estaremos allí, pero estarán otros, y lo que nosotros hacemos y creamos , lo que dejemos tras la muerte, contribuirá a lo que será y cómo vivirá la vida en el futuro. Pero en un universo que finalmente acabe despojado de la vida y la conciencia, también ese legado simbólico, ese murmullo dirigido a nuestros descendientes lejanos , se desvanecerá en el vacío.
¿Dónde nos deja eso?"
La respuesta no es otra que lo que me comentaba hace poco un amigo: vivir al día. Disfrutar del aquí y del ahora. Y hacerlo en compañía de los que -también por carambola- nos ha tocado compartir ese cortísimo período de tiempo que supone la existencia de cada cual.
Pues sí, que es recomendable disfrutar cada día del trozo de existencia que nos corresponde.
ResponderEliminarEn eso estamos, haciendo lo que el ánimo buenamente puede.
Profunda exposición del proceso evolutivo del mundo en las granes distancias del tiempo.
Ocurrirán cosas y otros estarán para vivirlas, si las carambolas estelares les dejan.
Yo creo que les dejarán unos cuantos milloncicos de años.
Ahora estamos de espectadores estudiando cómo fueron las cosas.
Sensibilidad a tope,... eso es bueno, José luis, un abrazo de Javier.
Y cuidado con los chupones de los tejados estos días.