La lógica te llevará desde el punto A al B. La imaginación te llevará a todas partes.
Albert Einstein
El suceso comentado hace unos días sobre el estanque me ha producido un efecto casi catártico. Si no hay estanque, no hay obligación de llenarlo de agua ni de regar ni tampoco de alimentar la fauna que allí pueda habitar.
Pensándolo bien, el esfuerzo que conlleva el empeño en hacer progresar plantas que no son autóctonas, no casa bien ni con los ciclos naturales ni con la conservación del medio ambiente. Mantener la homeóstasis y el microclima de animales y vegetales en un entorno árido requiere una considerable inversión de tiempo y energía. Cuando falla alguno de estos dos componentes, el sistema colapsa.
Si a ello le añadimos el desorden producido por elementos externos al sistema (ladrones, por ejemplo), la consecuencia final es la tendencia a ir relajando las actividades de mantenimiento y, en última instancia, a abandonar los emplazamientos.
Justo lo que les pasó a los nabateos. Construyeron una ciudad excavando la roca; desarrollaron sofisticados sistemas de riego y buscaron fórmulas imaginativas para proveerse de alimentos. Pero todo ello requería un gran esfuerzo y un enorme consumo de energía. Lo mismo que ocurrió -por cierto- en el enclave uncastillero de Los Bañales. Se empeñaron en un desarrollo que no era sostenible. Al final todo acabó colapsando.
La sostenibilidad es un concepto al que últimamente le vengo dando muchas vueltas. Una cosa es la formulación teórica y otra es la asunción de que, realmente, si queremos que esto no pete, las iniciativas que emprendamos han de ser sostenibles en recursos, energía y tiempo.
Aportar agua al estanque acarreándola con el coche en bidones de 50 litros no es una actividad sostenible. Necesariamente llegará un momento en el que nos plantearemos el consumo de gasolina y de tiempo. Los bidones acabarán estropeándose y la evaporación de los días calurosos (además de los ladrones) nos obligarán a cancelar esta iniciativa.
Recoger el agua de lluvia de forma natural se ajusta más a un planteamiento equilibrado. Nada de peces ni riego por goteo de especies foráneas. Si acaso alguna rana que ya están adaptadas a períodos de sequía.
Las ciudades tal como están concebidas en la actualidad, tampoco son sostenibles. El enorme consumo de energía requerido para mantener las viviendas calientes en invierno y frescas en verano tiene que tener un límite. Los coches circulando por las calles y contaminando la atmósfera, lo mismo.
No se como evolucionará todo esto de aquí a -por ejemplo- 200 años ¿Os imagináis El Pilar desierto y abandonado como el templo de Petra?
Pensad que también a nosotros nos puede ocurrir lo que les pasó a los nabateos.
Os aseguro que, de seguir así, en algún momento ocurrirá.
Artículo profundo, José Luis, el de la sostenibilidad.
ResponderEliminarSi un enclave no está pensado con acierto de autosuficiencia, con el tiempo se desiste de él.
Hay que analizar bien las particularidades de los enclaves.
En el caso de la balsa, la idea de la lluvia precursora para su supervivencia no está mal.
En fin , tus decisiones siempre serán las correctas.
Sé que te sabe mal el desdén de la gente para destruir lo bello,,,, a mi también me ocurre.
Grata reflexión a producido la balsa.
Saludos.