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viernes, 8 de julio de 2022

ACO28 La fuerza de los nombres... y la conciencia


Vivir en el amor por la acción y dejar vivir por la comprensión de la voluntad ajena,

 esta es la máxima fundamental del hombre libre.

La Filosofía de la Libertad — Rudolf Steiner


 Una de las capacidades humanas más sobresalientes es la tendencia a poner nombre a las cosas.

Los primeros exploradores así lo hicieron cuando arribaron a las costas del continente americano; si bien la mayoría de los territorios y accidentes geográficos ya habían sido "etiquetados" por las culturas pre hispanas. Anteriormente, los propios europeos también habían puesto nombre a sus respectivos países.

Lo mismo ocurre con la exploración espacial donde ya tienen asignado su nombre infinidad de llanuras, mesetas, volcanes y depresiones geográficas todos los cuerpos celestes descubiertos hasta la actualidad.

La potestad de que disponemos los padres para poner nombre a nuestros hijos no deja de ser también llamativa. El nombre que elijamos les acompañará de por vida en todas sus acciones, reflexiones y pensamientos. También el tipo de relación que establecerán con los demás. No es lo mismo llamarse Amor, Bienvenido o Buenaventura que, por ejemplo, Atila.

Yo mismo me divierto poniendo nombre a lugares y emplazamientos que suelo frecuentar. Desde el momento que lo hago ya considero ese lugar como "más mío".

En el mundo de los negocios, poner nombre a las empresas o corporaciones, constituye también otro capítulo importante de lo que estamos hablando. Aquí el acierto o no en la elección del nombre puede suponer una ventaja competitiva o... todo lo contrario.

Esa disposición de la mente humana para seleccionar y clasificar las cosas; para "etiquetarlas" tiene, evidentemente su correlato en la conciencia de cada cual. En el momento que asignas un nombre a algo das inicio a una cadena de eventos que incluyen experiencias, sensaciones, emociones y estados de ánimo. Ponerle un nombre a algo, es en realidad, dotarlo de vida.

Desde que nuestros ancestros comenzaron a asignar nombre a las cosas el mundo empezó a organizarse. Esa tendencia clasificatoria ha continuado y se ha incrementado con el paso del tiempo.

A modo de cierre de estas reflexiones os dejo con este cuentecillo de María José Ramos Haro.

¡Hasta la próxima semana!


2 comentarios:

  1. Pues si es conveniente marcar un lugar para que perdure en tus recuerdos.
    Desde muy antaño, los terrenos y lugares tienen nombre, es como si les hicieras participes en la vida de los habitantes, como así es.
    Acabo en el recuerdo, "la manzana con su fuente fue la primera en auxiliar al gentil ",,,,, que bello paraje.
    Saludos José Luis

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  2. El recuerdo no falla. Esa frase de La Manzana aparece en algún sitio en tu blog, ¿verdad?
    El mundo de los topónimos me atrae también sobremanera. ¡Y en Uncastillo hay para un rato!
    Algunos son rotundos como Ajatón. Otros más rústicos como Gabardilla o Ubío. Todos provienen de alguna interesante derivación.
    Hay mucho que rascar con ese tema
    ¡Gracias por tu comentario!

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