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viernes, 27 de agosto de 2021

Una vuelta con mi primo Pablo


En mi opinión, la vida de un cordero no es menos valiosa que la de un ser humano.

Gandhi


Pocos habrá que conozcan el monte de Uncastillo como él. No hay rincón, paraje o ladera que escape a su escrutinio. Son muchos años de experiencia como ganadero y otro montón más pateando el término o recorriéndolo con su Land Rover.

Mi primo Pablo Rived pertenece a la generación de jóvenes que, en su día, apostaron por quedarse en el pueblo y labrarse un futuro con esfuerzo, constancia y tesón. Ahora, entrado ya en los 60, todavía mantiene el ímpetu juvenil, abordando mil y una tareas con la energía de un mozalbete.

Una visita por su finca cercana a la carretera de Sádaba da fe de su abnegada dedicación a la construcción, la agricultura y la ganadería.. Pablo disfruta con lo que hace y por eso obtiene los mejores resultados en todos esos ámbitos. Es como una máquina. No para.

Por eso cuando me ofreció la posibilidad de darnos un paseo con el todo terreno hasta Valdefunes para visitar los viñedos de Bodegas Uncastellum, no lo dudé ni un momento y me apunté como acompañante a sabiendas de que la jornada nos iba a deparar muy buenas vibraciones.

Iniciamos nuestro viaje encarando la pista que discurre por Ardasal y de inmediato aparecieron a nuestra vista las hileras de almendros que, en su momento, se plantaron como complemento al monocultivo del cereal en el pueblo. De vez en cuando mi primo se detenía para comentar tal o cual anécdota o para señalar la propiedad de las fincas que íbamos viendo. Muchos de esos parajes los recorrió en su momento con el ganado. Cada palmo, cada cuadrícula del terreno tiene un significado para él a diferencia de los que -al pasar por el mismo lugar- solo ven matorrales y campos sin más.  

Continuamos el ascenso hasta coronar la montaña y, desde allí pudimos contemplar el barranco de la Valdaba serpenteando al fondo del valle. De inmediato identifiqué ese entorno como algo mío también ¡Cuántas veces lo recorrí con mi padre camino de Gabardilla!

Bajamos hasta el barranco y pasamos por Sabán y después iniciamos la subida de la otra cara de la Val hasta llegar al corral de Valero. Allí Pablo se explayó refiriendo múltiples y variadas situaciones por las que había pasado cuando desempeñaba su rol de pastor: una borrega que se escapó por aquí; una tala que luego tuvo que pagar su padre, la celosa vigilancia del ganado para que no se comieran unos árboles recién plantados y mil historias más.

Luego de un breve receso nos encaminamos hacia la ermita de la virgen de Gabardilla. Allí coincidían de nuevo nuestras respectivas historias personales. Yo recordé los tiempos en los que acudíamos toda la familia a orar con infantil devoción para que la virgen preservara la cosecha. Mi primo se remontó a los tiempos de la romería que muchos jóvenes del pueblo realizaban hasta el lugar. Cada cual con sus recuerdos y sus remembranzas. Cada uno reviviendo su intrahistoria personal.

Llegamos después al corral de Gabardilla y de nuevo se hizo sentir el flujo emocional de tiempos pretéritos. Allí pasé una parte importante de mi niñez. Nada de lo que iba viendo me era ajeno. Un montón de imágenes y de sensaciones discurrieron en ese momento por mi mente ¡Cómo pasa el tiempo!

No pudimos detenernos mucho rato porque había que continuar el recorrido. Enfilamos hacia la pasada de Baniés y luego nos adentramos en terreno totalmente desconocido para mi hasta llegar al corral de Valdefunes desde donde se divisaban las famosas viñas de las que se obtiene el acreditado vino "Uncastellum".

Con posterioridad mi primo me fue señalando un sin fin de parajes que, en su momento, había oído pero que nunca había visitado: Los Negros, Culorrobo, La Vialve y un montón más.

De nuevo hicimos un alto cuando llegamos a las inmediaciones de La Pesquera y allí Pablo me mostró un antiguo lagar revestido de piezas de cerámica del que nunca había tenido noticia.


Continuamos viaje hasta llegar a la carretera de Sádaba  y aún nos quedó tiempo de visitar un antiguo puente romano y los restos de una canalización de riego seguramente de origen romano.

Una vez visitado y supervisado todo ello, enfilamos ya hacia el pueblo. Un sentimiento de deber cumplido y de "puesta al día" sensorial se fue apropiando poco a poco de mi.

Nada mejor en estos casos que cerrar la excursión disfrutando de una cerveza fresca recreándonos en los pormenores de una jornada tan agradable.

No se me ocurre un cicerone más cualificado que Pablo para disfrutar a tope del recorrido.

Desde este blog mi agradecimiento por una experiencia tan gratificante, primo. 

 

3 comentarios:

  1. Pablo tiene unas raíces muy profundas con el pueblo, qué mejor guía que él, es un enamorado del pueblo, conocedor de todos recovecos.
    Sé que ese paseo merece la pena, nuestros montes, nuestra tierra,,,,ese aire que respiramos,,,,a veces nos llama y nos emociona.
    Saludos, José Luis, y un abrazo para Pablo.

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  2. El pueblo es verdad…la ciudad plástico.Saludos José Luis.

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  3. Gracias de nuevo a los dos por vuestros comentarios amigos. Poco a poco, a través de la red casi nos hemos convertido en familia.
    ¡Un abrazo!

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