Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: «Cierren los ojos y recen».
Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.
Eduardo Galeano (Escritor y periodista uruguayo).
Mi última intervención de rescate de una colonia de abejas no me dejó muy buen cuerpo. Me llamaron recabando mi apoyo para recoger un enjambre establecido hacía ya un tiempo en un local y allí me dirigí raudo y veloz con la confianza de que podría realizar el trabajo con eficacia preservando la colonia y trasladándola posteriormente a Villamayor.
Pero, amigo, a veces las cosas no discurren por los cauces que tu has previsto.
El enjambre estaba ubicado en el techo del local, encajado entre unos maderos viejos que hacían las veces de vigas. Y la intervención todavía se complicaba más puesto que la empresa que estaba realizando la reforma había colocado ya unas placas de escayola justo debajo de una capa de yeso que tapaba el techo.
Primero hubo que taladrar para averiguar dónde estaba la colonia; después cortar con una sierra eléctrica la escayola y posteriormente acceder a la obra de las abejas para ir quitando poco a poco los panales.
Todo ello, subido a una escalera de considerable altura y ahumando -claro está- con profusión para amansar las abejas.
La tarea de retirada de panales resultó ardua y complicada. Había que cortar la obra con el menor daño posible a las abejas y, como os podéis imaginar, al instante la miel fluía y me iba cayendo encima de la cabeza.
El trabajo se prolongó durante varios días y más que el esfuerzo físico lo que me producía gran desazón era pensar cómo a las pobres abejas se les estaba privando de su hogar. Un hogar en el que habían permanecido -seguramente-durante años ya que el local llevaba mucho tiempo deshabitado. No hacían daño a nadie puesto que la entrada y salida la realizaban por una oquedad distante de las personas.
Muy al contrario, las abejas habían contribuido a polinizar miles de flores en las inmediaciones de la ribera del Ebro; habían llenado de actividad el río con su incesante aportación de polen, néctar y agua a la colmena y, en una palabra, habían sido un indicador muy preciso de salubridad del medio ambiente.
Todo ello sin meterse con nadie. Realizando su labor con constancia y tesón. Año tras año. Primavera tras primavera.
Mi pregunta ahora es: ¿resulta aceptable éticamente despojar a unos seres vivos -beneficiosos para el entorno- de su vivienda sólo en aras de un interés comercial? ¿Hasta qué punto estamos legitimados para proceder de esta manera?
Después de mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que los enjambres urbanos que no presentan peligro para la ciudadanía habría que tratarlos como se trata a los restos arqueológicos que aparecen en una excavación. Documentarlos y protegerlos. Y cuando no sea posible dejarlos donde se han asentado, realizar la operación de retirada con las máximas garantías de que la colonia no va a fracasar cuando se traslade a su nueva ubicación.
Por mi parte he decidido que sólo intervendré cuando se den las condiciones adecuadas para realizar el trabajo con la seguridad de que la colonia va a sobrevivir.
Los avisos de la madre naturaleza son cada vez más insistentes. No nos podemos permitir el lujo de ignorar los derechos de los animales. Sin distinción entre mamíferos, peces, aves o insectos. Todos somos huéspedes de Gaia. No lo estropeemos más.
Qué razón tenía Eduardo Galeano con su afirmación !
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tu dilema ético, ellas estaban allí y de malos modos las expulsamos de su hábitat, ellas también tienen sus derechos, sino de forma oficial, al menos demosles la categoría que tienen por su importancia en la naturaleza.
No sé si un día aprenderemos.
Aplaudo tu capacidad para observar y contar.
Buena labor, José Luis, un saludo.
De fuera vendrán y de casa te sacarán, habrán pensado las abejas.
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