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jueves, 3 de junio de 2021

El mandato


 Apártate progresivamente, sin rupturas violentas, del amigo

 para quien representas un medio en vez de ser un fin.

Santiago Ramón y Cajal


No necesito mucho para pasar una buena mañana. Subir a la parcela de Villamayor, dar de comer a las lombrices, dar vuelta por los peces y las ranas y supervisar las colmenas.

Con la simple realización de estas tareas mi espíritu se aquieta; la mente se aleja de recelos y preocupaciones y el aparato digestivo se reajusta de nuevo.

Pero si quiero alcanzar un grado más elevado de equilibrio debo también emprender alguna tarea. Construir algo con madera, atender a las plantas recién brotadas de las semillas que recolecto o abrir alguna colmena para ver cómo evoluciona la colonia. Esas suelen ser mis ocupaciones preferidas.

La lista puede ampliarse con el abonado y riego de los frutales; cortar el césped o pasar la desbrozadora. Si nos ponemos tiquis-miquis  aún se podrían añadir decenas o cuanto más algún centenar de otras pequeñas tareas que también contribuyen a mi solaz.

Muchas veces -ya lo sabéis- me he preguntado por el impulso, la energía que me impele a actuar de esta manera. Un esbozo de respuesta lo he hallado en la Psicología Motivacional y también en la Psicología Evolutiva pero, sobretodo la explicación creo haberla encontrado en lo que yo llamo "El mandato".

Todas las tareas que he mencionado se las veía hacer de niño a mi abuelo José y a mi padre. Dos referencias de primer orden. Ellos fueron mi modelo en la infancia en estos ámbitos. Mi madre, evidentemente también me influyó positivamente. Y mucho. Pero en otros terrenos.

El caso es que cuando estoy embebido en alguna tarea de las comentadas siempre tengo la misma impresión: Estoy haciendo lo adecuado. Sigo de alguna manera el hilo  y el mandato de mis antepasados. Estoy dando continuidad a su labor.

Hasta tal punto ha llegado la certidumbre de mi hipótesis que, a veces, creo incluso escuchar a mi abuelo: "Ha quedado muy bien, José Luis". Si acaso, dale un repaso con la lima al canto de esa madera. O los consejos de mi padre: "Me parece, mozé que habría que echar un riego a estos frutales". "Tendrás también que dar vuelta por las abejas de La Manzana "... 

Cuando escucho sus consejos me trasporto de nuevo a la infancia y la recreo en toda su intensidad aunque sea por unos momentos. Es, de hecho, como si la reviviera otra vez.

Son precisamente esos instantes de felicidad los que -ahora en la jubilación- le dan fuerza y sentido a mi devenir. En ellos me apoyo cada vez más para tomar nuevo aliento y superar las adversidades.

Si, amigos. Creo que ha sido un gran acierto indagar y descubrir cuál es el mandato de las personas significativas que me precedieron. Cuesta un poco pero el esfuerzo merece la pena

Os animo a que hagáis lo mismo.

¿Cuál creéis que ha sido el mandato que se os ha encomendado?


1 comentario:

  1. Si que hay mandato sí.
    Me encuentro a gusto diciendo que soy hijo de agricultor y haciendo las labores del campo.
    Lo que vi de mi madre el amor a las plantas, también lo retengo, y mis escritos están llenos de ese torbellino de nuestro rincón, lo que vive en ese campo del secano y sacrificio.
    Con ese mandato le damos categoría a nuestros mayores.
    Artículo bello, José Luis.
    Saludos.

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