Hace poco pasé por lo que antes eran Viveros Sopesens. Ya sabía que habían cerrado, pero en esta ocasión me sorprendió el estado de abandono y total desvalimiento en el que han quedado las plantas que allí se alojaban.
Los especímenes que antaño eran mimados y cuidados con tanto esmero han quedado ahora a merced de las inclemencias del tiempo. La protección que les ofrecían los recubrimientos de plástico se ha ido deteriorando y degradando progresivamente. El riego por goteo y por aspersión de antaño ha desaparecido. Otro tipo de vegetación ha tomado el mando y ha ido desplazando sin piedad a las plantitas que tantos cuidados requerían.
No pude menos que sentir un escalofrío al contemplar el lamentable estado de las instalaciones. En un segundo vinieron a mi mente todas y cada una de las visitas que, en su momento, realicé acompañado de personas relevantes para mi. Disfrutábamos de lo lindo observando los floridos geranios, las amables margaritas, las alegrías, la verbena, los vistosos coleos, las fragantes rosas...
También las aromáticas eran saludadas. Ellas nos correspondían obsequiándonos con sus variopintas fragancias. La visita a los frutales era, asimismo, obligada...
Aquel universo vegetal siempre sorprendente formaba ya parte de mi mundo personal. Constituía una prolongación de mis querencias y mis anhelos más profundos...
Ahora todo se ha venido al traste. En el momento que fallan los cuidados el entorno inicia una progresiva degradación y se establece la ley del más fuerte. Atrás quedan los mil y un recuerdos de todas las personas que en su momento visitaron Sopesens disfrutando de la paz que allí se respiraba. Y los lazos afectivos que, con toda seguridad, allí se establecieron también se han diluido.
El ser humano busca el orden, la armonía, el equilibrio, la tranquilidad... Y un vivero bien cuidado y regentado ayuda en buena manera a lograr estos estados de ánimo. Por contra, tendemos a huir de la disonancia, la estridencia la inestabilidad y el alboroto.
¡Qué pena que haya cerrado Sopesens!
¿ Son los que estaban en la zona, en el río Huerva ?,... ¡ ahora me acuerdo !.No tenía ni idea de la noticia,... ¡vaya leche !, porque de verdad eran unos viveros muy bien cuidados, Más de una vez los visité, tenían algo especial, de tranquilidad y pulcritud; como tu dices, no hace falta la estridencia, el silencio lo crean las propias plantas y, la armonía, el orden establecido para observarlas. Cuando, algo hecho con clase desaparece, entra un poco de tristeza,... ves, que hasta lo bello, está expuesto a la oferta y la demanda, una pena. Los dueños para desprenderse de ese vergel, lo pasarían mal. Un saludo José Luís.
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