El baile siempre ha sido un elemento destacado de las distintas culturas. Evolucionar al ritmo de la música y hacerlo de forma coordinada con tu pareja es una estupenda forma de entretenimiento. Creo que en la práctica de esta actividad todo son ventajas: desarrollar el sentido del ritmo, entrenar la motricidad, profundizar en la armonización con tu pareja, mejorar la memoria auditiva y espacial e integrarte en un grupo más numeroso.
Y, por supuesto, esta disciplina también está sujeta al enriquecimiento de la experiencia: siempre habrá nuevos pasos que aprender, nuevas coreografías, nuevos ritmos... Un disfrute que no termina nunca.
Un aplauso a la iniciativa y buena organización de Slow Dancing y otro muy fuerte para los animosos participantes que, con sus evoluciones, han demostrado que cualquier persona de cualquier edad puede recrearse en esta divertida actividad.
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