Muchas veces, en sueños, me veo descubriendo restos arqueológicos nunca antes vistos. Testimonios de épocas pretéritas. Vestigios de un pasado que ha quedado olvidado pero que se resiste a desaparecer por completo. Recuerdos de generaciones ya olvidadas.
Y cuando me despierto, me recreo con el recuerdo de las construcciones descubiertas en mi ensoñación, con la emoción de sentir las huellas del tiempo...
Así que no es de extrañar la rápida aceptación que tuvo la propuesta de mi amigo Serafín de cursar una visita al paraje de El Castellar. Máxime si tenemos en cuenta su celebrada afición a la arqueología y su habilidad y destreza para descubrir vestigios ocultos allí donde nadie antes los hubiera visto.
De manera que el día 27 de diciembre nos pusimos en camino y de buena hora iniciamos nuestra gira.
Un agradable paseo matutino nos condujo, en primer lugar a lo que queda de la ermita de La Magdalena ubicada en el delta del Abrevadero, en el tramo final de la Riera Salada. Para dejar constancia de la visita, nos hicimos sendas fotos con el fondo de la peculiar ventana lobulada en el lienzo interior.
Posteriormente accedimos a la antigua villa de San Pedro y pudimos fotografiar los restos de la iglesia del mismo nombre.
Desde allí remontamos hasta el castillo medieval. Sus restos todavía se yerguen imponentes desafiando la erosión y los embates del Ebro.
Como es preceptivo, también visitamos la llamada Cueva de Doña Urraca, donde la tradición mantiene que Alfonso I el Batallador, encerró a su esposa.
La jornada dio para mucho y mil y una reflexiones acudieron en mi mente al hilo de la exploración del lugar. Anduvimos, eso sí, con cuidado de no traspasar la alambrada que acota lo que ya es terreno militar y dejamos para mayo una visita más en profundidad, aprovechando la romería que anualmente se realiza desde Torres de Berrellén.
Para los más estudiosos, en esta publicación de Antonio Gascón de la Institución Fernando el Católico, podéis obtener profusa información sobre el enclave.
Preciosa entrada , la que ha descrito utd. D. José Luís, en su periplo del El Castellar, acompañado de el amigo Serafín. Sensibilidad y observancia se necesita para este cometido, ir más allá de la modernidad y entretenerse también con las huellas del pasado, que resultan ser edificantes y formativas. La historia nos rodea, siempre la llevamos en los libros de las conclusiones para saber entender mejor de lo que es capaz de hacer el hombre, vidas y periplos que siempre han tenido su dignidad con el paso de los tiempos y que nosotros tenemos que respetar. Un abrazo de Javier.
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