Somos la consecuencia de nuestra historia personal. El entorno que nos ha rodeado nos ha ido conformando cual vasija que moldea el alfarero. Y los que vivimos los años cercanos a la posguerra nos vimos rodeados de una espesa atmósfera en la que la discrepancia se imponía de forma brusca y desmedida. Había que manifestar acuerdo con determinadas ideas y comentarios con el fin de evitar el choque. Nuestros padres nos introdujeron en esta dinámica sabedores que, durante la guerra civil, aquel que manifestaba sus opiniones tal cual, corría el riesgo de pagarlo con su vida. Era una especie de salvaguarda. Una consecuencia lógica del estrés postraumático que debieron arrastrar durante toda su vida. Era una estrategia adaptativa en aquellos tiempos. Una forma de preservar a la prole.... pero con efectos secundarios indeseados. Como las medicinas. Que curan una cosa pero pueden estropear otra.
Y ahora nos toca el reto de desaprender formas de actuar y de vivir. De ir poco a poco asentando vías de coherencia personal. De discrepar sin enfadarnos y sin dejar rastro de resentimientos. De disfrutar observando las reacciones ajenas ante las opiniones propias...
Queda mucho trabajo por hacer. Hay mucho tajo. Leyendo se puede avanzar pero hace falta algo más. Hay que aprender a ser asertivo. Asistir a cursos, participar en talleres, buscar los mentores más avezados, localizar a los mejores para que nos enseñen con eficacia sus destrezas...
Todo se andará. Modificar conductas firmemente asentadas lleva su tiempo. Pero merece la pena. Siempre mere la pena todo esfuerzo desarrollado en intentar conseguir ser mejor persona.
Nuestros mayores lo hacían todo por la protección, por los miedos instalados, porque crían, con buena certeza, que con ello iba la supervivencia. ¿ Qué consiguieron ? pues que fuéramos felices, como si nada pasara. Prohibición entendible, cambiando en aquellos años la falta de libertad por la seguridad. Nosotros, una vez descubierta con los años "esta treta ", damos valor a la opinión, a la racionalidad y al diálogo respetuoso entre todos..., ¡¡¡ derechos innatos..., ¡¡¡ Faltaría más !!!. Magistral artículo, amigo José Luis, Un abrazo de Javier.
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