He vuelto a retomar mi añejo curso de inglés. Sí, el del año 1976. Son en total 192 lecciones y 24 cassettes, distribuidos en 8 tomos. En su momento sólo llegué hasta la lección 67 y ahora quiero reconciliarme conmigo mismo y también con mi fallecida madre, que, en su momento, costeó el curso. Me planteo, por tanto, estudiar todas las lecciones y aprenderme bien el vocabulario. Por supuesto, también pienso aprenderme todas las canciones que pueda ya que al final de cada lección va su correspondiente canción.
Por ejemplo, compruebo con agrado que, a pesar de haber pasado ya 36 años desde que empecé con el método, las lecciones estudiadas en su momento, estaban todavía muy frescas en mi memoria. Y, curiosamente, además de las lecciones también he recordado momentos y situaciones asociadas a la situación de estudio del inglés.
Hay que pensar que en esa fecha yo tenía 21 añitos y, por ejemplo, la revolución digital todavía no se había producido. Sí que estaban todavía en boga los movimientos hyppies. El fenómeno de la inmigración, prácticamente era inexistente en nuestro país...
En las fotos de los cuadernillos del curso salen, por ejemplo, máquinas de escribir de oficina, de las de antes, coches de la época y, en general, una estética en los cortes de pelo y, en el vestir, muy de los años setenta. Incluso me he planteado si el inglés que voy a aprender con este método no habrá quedado ya un poco caduco. Seguro que hay palabras o expresiones que ahora no se utilizan y, como dicen mis hijas, igual corro el riesto de aprender un inglés tipo Don Quijote pero a mí me da lo mismo. Yo soy feliz pasando el curso a digital y aprendiéndome las canciones tipo misa que vienen al final de cada lección.
Y en asociación con todo este proceso que he emprendido, viene también la reflexión sobre los insondables misterios de la memoria. ¿Cómo pueden mantenerse algunos recuerdos tan vívidos durante tanto tiempo? ¿Qué hace que unos prevalezcan sobre otros? ¿Dónde y por qué quedan registradas las emociones y algunas vivencias que yo viví en esa época? ¿Y que decir de la vigencia de frases y expresiones en inglés estudiadas hace tanto tiempo?
El caso es que, al igual que le pasó a Proust con su famosa magdalena, a mí me ha ocurrido lo mismo al desempolvar el curso de inglés. Y también es cierto que esta observación deriva, finalmente, en una reflexión sobre mi autoconciencia resumida en la pregunta final de ¿quién soy yo?
Bien, no nos adentremos en mayores profundidades. Disfrutemos el día a día con el mayor don que nos ha concedido la naturaleza: estar vivos.
¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO, AMIGOS/AS LECTORES/AS DEL BLOG!!!