Recientemente un amigo vino a visitarme a casa. Teníamos que realizar algunos trabajos conjuntos y nos pusimos ambos al ordenador. Al poco de comenzar nuestra tarea, a mi amigo le faltó tiempo para advertirme del polvo que -según él- se había acumulado en la pantalla del monitor.
¡Vaya!, no me había dado ni cuenta -le dije- . Pero ahora mismo limpio ese dichoso polvo.
Como ya va siendo habitual, esta sencilla anécdota trajo a mi mente un montón de reflexiones que me gustaría compartir con vosotros.
En primer lugar el hecho de que, habitualmente, debido al devenir de los días y también acostumbrarnos a un entorno físico determinado, acabamos por no advertir aspectos que a otras personas ajenas no pasan desapercibidos. En este caso parece como si la percepción de la limpieza quedara algo amortiguada en lo que respecta a nuestro propio hogar y sin embargo se acentuara cuando visitamos una casa ajena.
Observo, por otra parte, que a mi me ocurre algo parecido cuando paseo por la ciudad: percibo con facilidad el descuido en la limpieza de las calles y el deterioro en el mobiliario urbano y los viales mientras que no mantengo el mismo grado de atención y los mismos criterios en mi propia vivienda.
Por extensión podríamos decir que lo mismo ocurre en otros ámbitos de la vida: barrio en el que vives, educación de los hijos, relaciones familiares, estilo de vida, etc. Generalmente obviamos muchos puntos importantes en alguno de esos ámbitos debido -precisamente- al hecho de habernos aclimatado a ese mundo sin considerar otros aspectos.
A veces ocurre que la falta de referentes puede inducirnos a pensar que lo que hacemos, decimos o pensamos se ajusta a criterios de normalidad y sin embargo pudiera alejarse mucho más de lo que creemos. Un día sí y otro también vemos por la televisión casos de individuos o familias que consideran normales situaciones a todas luces fuera de lo común.
En fin, amigos. Creo que deberíamos agradecer y escuchar a los que nos hacen observaciones constructivas sobre nuestros hábitos y costumbres. Más si son personas de nuestra confianza. No está mal, de vez en cuando, poner en solfa lo que creemos que está firmemente establecido.
¡Un saludo, peripleros!
Por extensión podríamos decir que lo mismo ocurre en otros ámbitos de la vida: barrio en el que vives, educación de los hijos, relaciones familiares, estilo de vida, etc. Generalmente obviamos muchos puntos importantes en alguno de esos ámbitos debido -precisamente- al hecho de habernos aclimatado a ese mundo sin considerar otros aspectos.
A veces ocurre que la falta de referentes puede inducirnos a pensar que lo que hacemos, decimos o pensamos se ajusta a criterios de normalidad y sin embargo pudiera alejarse mucho más de lo que creemos. Un día sí y otro también vemos por la televisión casos de individuos o familias que consideran normales situaciones a todas luces fuera de lo común.
En fin, amigos. Creo que deberíamos agradecer y escuchar a los que nos hacen observaciones constructivas sobre nuestros hábitos y costumbres. Más si son personas de nuestra confianza. No está mal, de vez en cuando, poner en solfa lo que creemos que está firmemente establecido.
¡Un saludo, peripleros!