Me veo a mi mismo esforzado en el mantenimiento de mis árboles frutales, empeñado en que sobrevivan a base de dedicar muchas horas a este menester. Quitar hierbas, regarlos con regularidad, asegurar una provechosa producción...
También me visualizo en mi ir y venir al monte para comprobar cómo van las colmenas procurando que nada les falte a las abejas. Allí me detengo a menudo simplemente a escuchar el zumbido de la colonia, el trasiego de las pecoreadoras y el ajetreo de las nodrizas. Hago mío aquel verso que decía: "En el silencio sólo se escuchaba un suave susurro de abejas que sonaba".
A veces, cual dron elevado en la altura me diviso en mi empeño de mejorar la caseta, de proyectar nuevos arreglos o emprender alguna innovación que llevo en la cabeza. El caso es avanzar, mejorar lo existente, intentar conseguir unas metas que yo mismo me he fijado.
En ocasiones me da el bajón. Me pregunto el por qué de tanto afán, de tanto empeño por conseguir aquello de lo que podría prescindir. De tanto viaje y de tanta fatiga.
Veo, sin embargo que hay algo que me impulsa a seguir en mi lucha, a continuar las tareas que yo me he propuesto. Es como un mandato que hubiera recibido, como si alguien me guiara en lo que es correcto, en lo que debo hacer.
Le doy vueltas y más vueltas a las razones de todo ello, a lo que me impele a seguir en la brecha y continuar con mis afanes.
La respuesta la hallo en mi infancia. Lo que veía cuando era niño y la impronta que aquello dejó en mí.
Aunque adaptado a los tiempos actuales estoy haciendo lo que veía hacer a mi padre y a mi abuelo.
No tienes ninguna impronta, José Luis, lo bueno y maravilloso es que encuentras la tranquilidad en tus árboles y abejas. Hay días con las ganas más fuertes y alguno suelto con un poco de decaimiento, pero es normal.Has creado unos lugares preciosos que en cierta manera te reclaman, son parte de tu creatividad para que pasen los días amenos, eso si, tomate sus cuidados con calma, no pasa nada con que te sientes algún rato debajo de la higuera a observar y a contemplar tu huerta, tu pequeño Edén.....tienes suerte. Un abrazo de Javier
ResponderEliminarGracias por tu comentario y por tus ánimos, Javier. Ya sabes, la madre Natura nos llama a los que nos hemos criado trotando por los montes.
ResponderEliminar¡GARCILASO DE LA VEGA!
ResponderEliminarEn tanto que de rosa y d’azucena
se muestra la color de vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;
y en tanto que’l cabello, que’n la vena
del oro s’escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que’l tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.