La vuelta hasta mi domicilio la he realizado andando y, al llegar al mismo me he pertacado que no llevaba las llaves. He hecho un intento vano para ver si me abrían desde dentro pero nada, el resto de la familia permanecía dormida. Me lo he tomado con filosofía y me he dicho: gran ocasión para dedicar este rato a pasear por donde me plazca.
Mi segundo pensamiento se ha dirigido hacia la suerte de estar vivo. Cuando te pones a pensar en términos de protones, electrones y neutrones (no digamos ya si hablamos de quarks o de cuerdas) no puedes dejar pasar el hecho de lo afortunados que somos los que -ahora mismo- compartimos la vida. De ahí se colige la certidumbre de valorar cada momento de cada día como una auténtica bendición. Este pensamiento todavía se vuelve más profundo cuando considero que, de acuerdo con la teoría cuántica, la realidad que me rodea, en cierto sentido, también la creo yo.
Cuando ya casi llevaba una hora de paseo un tercer hecho analizable ha sido el constatar que ya tenía ganas de volver a casa. Esto me ha dado pie para pensar en la volubilidad, inconstancia o tendencia a cambiar de la mente humana. Si sólo hacía una hora estaba deseando disfrutar de mi libertad, ahora ya empezaba a pesar el cansancio y el calor y ya mis pensamientos se dirigían hacia el reposo y el fresquito.
La cosa todavía se ha complicado más cuando al volver a llamar sobre las 10:30, de nuevo nadie me abría. Aquí la serena reflexión se ha tornado en descarnada irritación y el mundo de los sentimientos ha hecho su aparición. En mi interior me he jurado y perjurado que nunca jamás volveré a salir sin las llaves de casa.
Yo siempre abro la puerta cuando estoy dentro con la llave y así ya las tengo en la mano para salir. Nunca se me han olvidado de esta manera. Saludos.
ResponderEliminar¡Muy buena idea, Raúl! Tendré que tomar ejemplo. ¿Cómo va ese trayecto desde Sevilla? Ya me contarás. Un abrazo. José Luis
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