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El viaje desde Zaragoza se realiza con toda placidez por la autopista Vasco Aragonesa (AP68), debiendo tomar la salida nº 15 Calahorra-Arnedo. Luego pasaremos por Arnedo y Arnedillo para llegar, finalmente a Enciso desde donde tomaremos el desvío hacia Poyales.
Una vez ubicados en nuestra provisional nueva residencia, realizamos la exploración de rigor por los alrededores descubriendo paisajes y parajes curiosos y originales. Ya se sabe que, en cuanto sales de tu entorno habitual cualquier nuevo rinconcito constituye todo un descubrimiento.
Y no es de extrañar que la aldea de Poyales fuera prácticamente abandonada después de la guerra civil. Sus escasas tierras de cultivo y la crudeza del clima en invierno fueron, sin duda elementos que pesarían en la decisión de emigrar de sus habitantes.
En la década de 1980, se inició un lento proceso de repoblación apoyado, precisamente en el rico patrimonio paleontológico de la zona y en la necesidad de alojamiento de los visitantes en casas rurales. Todo ello ha llevado al pueblo a tener 8 habitantes estables en la actualidad y poco a poco se van reconstruyendo casas y devolviendo a la localidad todo el encanto que tuvo en su momento.
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La visita a los yacimientos de icnitas de la Rioja constituye una experiencia espectacular. Sólo con un poco de imaginación puedes ponerte en situación y recrear mentalmente el ir y venir de las enormes criaturas que, hace unos 120 millones de años (periódo Cretácico) deambulaban por las abundantes zonas pantanosas con densa vegetación de la comarca, dejando marcadas en el barro, de forma indeleble sus rotundas pisadas.
Gracias a las especiales condiciones que se produjeron en esos parajes, al ir secándose y endureciéndose el barro, el registro del paso de los animales quedó fijado. Con el paso del tiempo estas huellas se cubrieron por una capa de sedimentos que se solidificaron dando lugar a diferentes clases de rocas pero conservando la huella fósil. Posteriormente los movimientos geológicos y la erosión hicieron aflorar lo que, en la actualidad, llamamos icnitas.
Considero un milagro que las marcas de las pisadas de los dinosaurios hayan aflorado de nuevo. Y eso a pesar de los movimientos geológicos, los plegamientos y la erosión. El hecho de contemplar -y tocar- estos antiquísimos vestigios me produce como un escalofrío, una sensación de pequeñez y, al mismo tiempo un sentimiento de conexión con los iguanadones, los deinonichus, los hypselosaurus o los ouranosaurus, todos ellos fabulosos seres que majestuosamente dominaron el mundo por aquellos tiempos...
Todo ello nos plantea más y más interrogantes que, a su vez, en mi caso, se transforman en una insaciable curiosidad por conocer y comprender. Sin lugar a dudas, con la perspectiva de los millones de años ya pasados, nuestra pequeñez es, al mismo tiempo, nuestra mayor grandeza.
Buen artículo Jose Luis
ResponderEliminarGracias por el comentario, Raúl. Sé que eres persona inquieta y que también te gustan estos temas. Nos vemos por el insti. Saludos. JL
EliminarVeo que habeis buscado los rastros paleontológicos de la Rioja, de los orígenes de los grandes habitantes del planeta,curioso, todos los hallazgos se encuentran por la parte norte de la península, Precioso artículo y buen descanso cerca de los misterios de la evolución. Un abrazo de Javier.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Javier. Sé que tú también eres persona curiosa y que te encantan estos temas. Un abrazo. JL
EliminarYo también hice una ruta con icnitas el Alicante. Es muy curioso.
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