Las notas diferenciales del viaje de hoy han sido el viento y la soledad que hemos encontrado en los pueblos por los que hemos pasado hasta llegar a Estercuel y también a la vuelta. En el monasterio de Santa María del Olivar también nos hemos topado con estos dos viejos amigos. Nada ni nadie se salvaban hoy del inclemente azote del cierzo y, quizás por ese motivo, las calles, las plazas y demás enclaves se encontraban desiertos.
No se aprecia innovación, cambio, empuje. Se vive con inercia, con más de lo mismo...
Y si al viento le añadimos un cielo encapotado, el frío y la amenaza de lluvia, tenemos preparado el escenario perfecto para otra representación más de la obra "Vámonos de vuelta a Zaragoza".
Han sido necesarias dos cabezadas de 10 minutos cada una para llegar con bien a la ciudad. La digestión de la paella y del redondo de pavo ha sido lenta y trabajosa. Cuando, por fin, hemos llegado a nuestro domicilio, sobre las 16:30, Rosa Mary y yo hemos sentido el amable y cálido abrazo de nuestro hogar. Y ambos hemos repetido el mantra salvador: ¡Como en casa, en ningún sitio!
Todas las fotos de la vuelta por Estercuel en este enlace.
Siempre se ha dicho que la vida en los pueblos en según que épocas del año son monótonas, sobre todo cuando hace tiempo desagradable. No gidamos ya en el invierno que es cuando el día acorta y no se ve un alma por la calle,...de verdad se hace duro,...es cuando mucha gente decide abandonar los pueblos y es que la soledad a veces llega a consumir las mentes mejor preparadas y los que no, deciden quedarse en el monótono devenir diario, que tu bien describes. Al final queda el descubrimiento de nuevos enclaves siempre respetables, en tus periplos domingueros. Un abrazo de Javier.
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