Ayer era de destacar el frío que hacía y el trayecto desviado del 32 que ahora va por Echegaray y Caballero y nos acercó casi hasta las puertas del Teatro de la estación.


Como suele ser habitual en mí, me pertreché con dos folletos informativos: uno sobre la programación del Festival Internacional Estación de Otoño y el otro sobre la obra que íbamos a contemplar.
Para hacer tiempo y despejarnos un poco, buscamos una cafetería por la calle de Los Diputados. Es reseñable la poca gente que permanecía a esas horas en los locales de ocio. Varios de ellos habían sido ya adquiridos por los chinos y, nosotros optamos por uno con regencia nacional.
En el interior una pareja de edad mediana y el supuesto dueño del establecimiento con un deje de tristeza en su cara ante la perspectiva de otra mala tarde de negocio. Nos tomamos un cortado cafeinado y otro sin cafeína (para mí) y, entre unas cosas y otras, se hizo la hora de regresar al Teatro.
Ya se habia calentado el ambiente porque un nutrido grupo de personas estaban haciendo cola para pasar al interior del recinto. Así, a ojo, yo calculo que estaríamos unos 30 ó 40 espectadores.

La interpretación musical duró lo suyo. Hasta el punto de que, por un momento pensé si eso era, en realidad el espectáculo que habíamos ido a ver. A la 6ª ó 7ª canción, el volumen de los instrumentos y la luminosidad de los focos fue descendiendo y comenzó la sesión.
El inicio de la obra estuvo muy bien. Los personajes muy bien caracterizados y ataviados enseguida soltaron dos o tres "gangs" que no tuvieron mucho eco entre los espectadores.
Cuando apareció en escena el que hacía del ucraniano Chygrynskiy pareció que la cosa iba a animarse, sobretodo por algunos diálogos, supuestamente en esa lengua, que obtuvieron una discreta risa de acogida entre los asistentes.
La escena del ucraniano hablando en directo con su madre (a la que, al parecer, veía desde su ventana en Barcelona) tuvo menos fuerza de lo que yo había esperado. Los esfuerzos de otros personajes por animar y aderezar la obra cayeron, a mi entender, en saco roto. Como consecuencia de ello, poco a poco el espectáculo fue perdiendo fuerza y vigor y, peor todavía, empezó a caer en una desordenada secuencia de situaciones y acontecimientos varios que todavía incrementaron más mi confusión y creo que la del resto de los asistentes.


Finalizada la sesión salimos los asistentes en reservado silencio. No se oían comentarios. La gente prefirió guardárselos para más tarde.
Mi balance global es que la tarde-noche mereció la pena por los músicos y el contemplar en primera línea -y en familia- la obra teatral. El deslucimiento vino, como ya he comentado por el propio guión. No se me quitan por eso las ganas de continuar viendo teatro. Es un espectáculo inmemorial al que le deseo otros muchos milenios de vida.
¡¡¡ Pase, pase D.José y sientese un rato !!!, ¡¡ Póngase cerca de la estufa !!, que la acabo de encender.__ Y bueno, ¿ Qué cuentas, pues ?__, Nada lo mismo de siempre,..la puñetera crisis, que no sé a donde vamos a ir a parar.Te pones la radio y la tele y siempre están con lo mismo, con el mismo run, run. Al final te aborreces y casi, casi maldices estos tiempos, pero, claro,¡¡ será importante !!.__Tú, como yo, ya hemos hecho bastante y nos tenemos que dar mal lo justo, ¡ creo yo !.Y,..los jóvenes qué ?. __Ya saldrán que tienen mucha madera__.
ResponderEliminar¡¡¡Qué, Dios te oiga, Sabas, que Dios te oiga !,...Teatro, puro teatro,.Siempre maravilloso.
Con anuencia Chavierín.
Un abrazo.