Llegamos al punto de encuentro con el tiempo bastante ajustado. Mi previsión de salida a las 8 de la mañana se materializó finalmente a las 8:15 debido a los preparativos y retoques de última hora. Hubimos de parar también para repostar gasolina y los tiempos, por tanto, se iban acortando.
Afortunadamente tomamos las carreteras y los desvíos correctos pues llegar hasta las inmediaciones de Lúsera no es una empresa fácil. Ya se divisaban en el punto de encuentro varias personas, que nos confirmaron que, efectivamente, ese era el lugar indicado para iniciar el recorrido.
No pasó mucho tiempo hasta que la guía (Inma) nos convocó para presentarse y describir brevemente el recorrido que íbamos a realizar. Éramos unas veinte personas y formábamos un grupo variopinto con varios niños, personas más mayores, tres asistentes que venían de México y tres perros. Enseguida se inició el paseo y todos arrancamos con decisión pues eran notorias las ganas que teníamos de caminar y ver cosas.
El sendero elegido no tenía ninguna complicación. Los desniveles mínimos y (como se dice de las carreteras), el firme en buen estado.
Hicimos varias paradas en las que la guía nos explicó con muy buenas habilidades didácticas aspectos curiosos de la geología, flora y fauna de la zona.
Llegamos finalmente a la presa de Santa María de Belsué cuya primera piedra se colocó en 1909. Se nutre del río Flumen y su capacidad inicial de almacenamiento estaba prevista en 13 Hm.3, Pero al término de la construcción se vio que el vaso del embalse no era impermeable en toda su superficie y la capacidad realmente útil del embalse se quedó en 4 Hm.3.
Continuamos nuestro camino aprovechando el fresquito de los túneles ocasionales que debíamos traspasar y que se abrieron en su momento
Durante todo el recorrido aproveché para realizar varias tomas ensayando distintos ángulos con la finalidad de tratar de encontrar la mejor vista para el blog.
El viaje de vuelta fue más rápido pues ya no hubo explicaciones. Llegamos al punto de inicio del recorrido sobre las 13:40 de la tarde y, después de un chapuzón en el río y la consabida foto de grupo,
Aún nos llevó algún tiempo arribar a Nocito, pero el empeño mereció la pena. El lugar está enclavado en un hermoso paraje rodeado de montañas y regado por un río. El casco urbano ha sido rehabilitado y la restauración se ha realizado con gran acierto. Un puente medieval restaurado nos saluda justo a la entrada al lugar. Todo el pueblo desprende una atmósfera de paz y tranquilidad. Los viajeros urbanos agradecemos la ausencia de vehículos en las calles y el detalle de habilitar un aparcamiento con árboles para proteger a los coches del sol. Más detalles sobre Nocito en este enlace.
Después de dos intentos fallidos buscando restaurante, dimos por fin con un tercero que estaba abierto y acertamos porque comimos muy bien. El yantar fue en el exterior, en una especie de balconcillo con vistas a la sierra de Guara. Así nos pudieron acompañar también los perritos, cosa imposible si la refacción se hubiera desarrollado en el interior del establecimiento.
La visita se desarrolló con tranquilidad y sosiego, disfrutando del paseo y de la buena tarde que hacía. Casi nos daba pereza embarcar de nuevo para volver a Zaragoza, pero el tiempo -implacable- nos obligó a meternos en el coche para regresar a la ciudad.
El viaje de vuelta nos sirvió también para ponernos al día de las obras de la autovía a Jaca-Pamplona y confirmar que -aunque despacio- los trabajos continúan. Entre otras curiosidades, pudimos contemplar el enorme viaducto sobre el río Guarga que ya va tomando forma.
Con el fin de reponer fuerzas y que descansara el conductor, todavía paramos un rato en Zuera. El aparcamiento estaba al lado de una estrafalaria
Llegamos finalmente a Zaragoza un poco cansados pero muy satisfechos de la jornada. Seguro que el buen sabor de boca de esta salida nos servirá de incentivo para preparar otras que igualen -o superen- la de los acantilados de Cienfuens.
Veo que no parais de descubrir rincones del Pirineu, miles de estampas y vivencias de los originarios de esos lugares, vida ruda, y aguantando a veces, que para que vivieran mejor los del llano, tenían que abandonar sus lares y empezar una nueva vida en otro lugar. Veo que lo habeis pasado bien, de hecho nos tiran mucho las carrascas y chaparros, y porqué no, ese perfume a miés. Un abrazo de Javier.
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